Thursday, October 28, 2010

Noches de Nadie

Se levantó a las 4 de la mañana. El sol aún dormía, pero a él se le habían acabado las ganas de seguir llamando a la muerte asumiendo la posición del rigor mortis sobre su cama. Esperaba el día en que el descanso no fuese una necesidad, sino una realidad inamovible. Pero por ahora se levantaba porque no le quedaba ya nada más que hacer en esa casa.

Encendía el carro. El motor se quejaba como un anciano despertando de un mal sueño. Tosía, se remecía y traqueteaba sus reuma metálicas y mal lubricadas. Presionaba el metal acelerando contra la voluntad del vehículo y del pavimento que parecía tragárselo a cada metro. No recordaba muy bien como había llegado al volante, ni tampoco tenía del todo claro a donde se dirigía. Sólo recordaba a un amor que hace tiempo había desechado en la calle, y que en esta noche de frío y soledad necesitaba hallar.

Ese amor que fue más necesidad de carnes encontradas, de sudor saciando la sed del otro, de temblores aplacándose con las palpitaciones de carnes ajenas. Ese amor que más bien fue sólo sexo, y por eso más puro y más sincero. Ese amor que ahora veía simulado en el sin fin de mujeres paradas en las esquinas, sentadas bajo los umbrales. Refugios momentáneos de ese autoengaño en masa que todos llaman amor. Pero él también buscaba un calor exacto mezclándose en su piel, una respiración precisa muriendo sobre su nuca, un gemido que sólo él podía escuchar. Le resultó difícil diferenciar los rostros entre aquellas mujeres de tiempo compartido. Pero sabía que no la había encontrado. Todas apretaban el hastío entre los dientes. Ella llevaba las huellas de la melancolía tatuadas en sus mejillas. Dió algunas vueltas esperanzado de que ésta saliese de su escondite. Pero nada. Los mismos rostros. Los mismos sexos.

El carro volvía a quejarse al unísono con su cuerpo. El estómago pudo más que su necesidad de ella. Y regresó al lugar donde le esperaba esa misma muerte horizontal. Se durmió ahogando entre lágrimas su sueños.

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