Friday, October 29, 2010

"No confío en nadie que no tenga sexo ni tome alcohol."

Con estas palabras sentenciaba su destino aquella persona que regía su vida de lunes a viernes, 8 horas al día. Pero a él no le gustaba el alcohol por lo hipócrita que lo hacía sentir. Le parecían que sus palabras las decía otro. Lo anulaba más de lo normal. Y el sexo. Prefería no pensar en el sexo. Sin embargo ahora abría una corona, fría y sin críticas, que se diluía necesaria en su garganta. Cada sorbo aguaba su existencia, como la trementina sobre el óleo. El aceite dejaba ver cuan blanco e inerte aún seguía su lienzo. Finalmente alcanzaba un estado elevado de sinceridad. Veía a su interior, a sus ideas, y no había absolutamente nada que lo moviese. Estaba tan en blanco como el documento de Word o las hojas a su alrededor. Y siendo esta su realidad, ¿cómo podría mover a alguien más?

Estaba en la sala de su casa con las luces apagadas. Lo que hacía no lo quería ver, pero lo podía saborear. Ahora el sabor de la cerveza se mezclaba con el del whisky. Era un baile en el que sudaba sin dar un solo paso. Un funeral en el que el único muerto al que lloraba era a sí mismo. El frío de las bebidas mantenía sus penas bien conservadas. Como recién plantadas, cosechadas y vomitadas. Todo se mezclaba con el alcohol. Lo hacía sentir tan lejano y ausente que todo le resultaba más manejable, menos urgente. Y otra vez manchaba el hielo con ese ámbar y líquido cielo. Otra vez lo bebía. Otra vez se evadía.

Amar las cosas que más odiaba era tomarse unas vacaciones de ella. Lo que hacía no traía de vuelta su fantasma. No la veía en el fondo de cada vaso porque nunca la tuvo frente a uno. No le hablaba con cada sorbo, porque nunca se emborrachó de sus labios. No le faltaba ni en la borrachera ni en la resaca, porque nunca espantó el mareo apoyándose en su cuerpo. Entraba en una prisión de nuevos recuerdos y le gustaba. Su cuerpo empezaba a depender del alcohol pero su mente finalmente era libre de ella.

Thursday, October 28, 2010

Noches de Nadie

Se levantó a las 4 de la mañana. El sol aún dormía, pero a él se le habían acabado las ganas de seguir llamando a la muerte asumiendo la posición del rigor mortis sobre su cama. Esperaba el día en que el descanso no fuese una necesidad, sino una realidad inamovible. Pero por ahora se levantaba porque no le quedaba ya nada más que hacer en esa casa.

Encendía el carro. El motor se quejaba como un anciano despertando de un mal sueño. Tosía, se remecía y traqueteaba sus reuma metálicas y mal lubricadas. Presionaba el metal acelerando contra la voluntad del vehículo y del pavimento que parecía tragárselo a cada metro. No recordaba muy bien como había llegado al volante, ni tampoco tenía del todo claro a donde se dirigía. Sólo recordaba a un amor que hace tiempo había desechado en la calle, y que en esta noche de frío y soledad necesitaba hallar.

Ese amor que fue más necesidad de carnes encontradas, de sudor saciando la sed del otro, de temblores aplacándose con las palpitaciones de carnes ajenas. Ese amor que más bien fue sólo sexo, y por eso más puro y más sincero. Ese amor que ahora veía simulado en el sin fin de mujeres paradas en las esquinas, sentadas bajo los umbrales. Refugios momentáneos de ese autoengaño en masa que todos llaman amor. Pero él también buscaba un calor exacto mezclándose en su piel, una respiración precisa muriendo sobre su nuca, un gemido que sólo él podía escuchar. Le resultó difícil diferenciar los rostros entre aquellas mujeres de tiempo compartido. Pero sabía que no la había encontrado. Todas apretaban el hastío entre los dientes. Ella llevaba las huellas de la melancolía tatuadas en sus mejillas. Dió algunas vueltas esperanzado de que ésta saliese de su escondite. Pero nada. Los mismos rostros. Los mismos sexos.

El carro volvía a quejarse al unísono con su cuerpo. El estómago pudo más que su necesidad de ella. Y regresó al lugar donde le esperaba esa misma muerte horizontal. Se durmió ahogando entre lágrimas su sueños.
¿El feriado para descansar de qué?

Maldigo el consumismo y la comodidad en la que estamos sumidos. Después de milenios de cazar nuestro alimento, reconstruir nuestros hogares entre hogueras de guerras, dormir sobre la existencia de nuestras familias extintas por plagas, hemos diluido nuestra capacidad de superviviencia a 8 horas laborables en el día, aumentar la panza por las noches, y fines de semana de nada, nada, nada.

Vivir se ha vuelto un bodrio. Y es tanto así que cada generación se vuelve más apegada a la ficción. Más pesa en nuestra mente la vida de seres que ni siquiera existen. Dr. House es más que papá. Donald Draper importa más que cualquier hermano. Grey nos resulta más cercana que nuestra madre. (Para ustedes que sólo ven televisión nacional, además de la adicción adolecen de mal gusto. Cultívense o escóndanse.) Vivir se ha vuelto tan fácil, que a nuestra vida le urgen los dramas. La tecnología ha facilitado demasiado el trabajo, la alimetanción, la reproducción, el entretenimento. Nos ha vuelto lentos y perezosos. Cada vez necesitamos menos esfuerzo y personas para lograr lo que queremos.

¿No se entiende? Dejen que lo explique con un ejemplo. Antes de los ipads, ipods, celulares o radios de transitores, estábamos obligados a interactuar para entretenernos o al menos pasar el tiempo. Ahora que la tecnología nos abre tantas puertas, vivimos en el encierro perpetuo de estar conectados constantemente a lo que nos gustan. Si creen que ustedes me importan lo suficiente por el tiempo que le dedico a este texto que leen... entérense que mientras lo escribo escucho mis canciones favoritos, juego póker en línea con un perdedor empedernido mientras me masturbo mentalmente con la última basura de Hollywood.

Nuestra familia importa, pero cada vez menos. Los almuerzos y cenas en casa son más inconexos. Las crisis famiiares las vivimos en función de lo que sentimos, detrás de una niebla emocional que vuelve imposible entender por lo que pasa el otro. Sólo nos importa lo que nos importa. Los demás son una interrupción, un puto corte comercial entre el frenesí de estímulos que aspiramos volver nuestra vida.

Pero ayer fue distinto. Ayer pasó una pendejada tan fuerte que sinceramente me siento sin ganas de vivir más dramas: reales o ficticios. Los libros, el cine y todas sus historias en este momento me resultan un accesorio a la mierda que se ha ido sumando a mi vida. Un mes, un día, una hora, un minuto a la vez. O a veces todas al mismo tiempo. Ya dejé de llevar la cuenta. O tal vez sólo me dejó de importar.

Así que en este modo de vida aletargado e irrelevante de los tiempos que corren... se viene un feriado que es un repetir del estado perezoso en el que vivimos sumido. Con el agravante, en mi caso, que yo vuelvo a mi casa a frentear el problema.

¡A ver si en lugar de descansar me pongo a trabajar por fin!

Wednesday, October 27, 2010

Objetofilia

Un objeto no es una persona.
No tiene la capacidad de amar y cambiar.
Sin embargo puede cambiarte.

Un objeto es el punto climático y trascendental
de la historia creativa de la humanidad.
No necesita de su autor para ser entendido, utilizado o continuar.
No necesitas a la persona para entender sus ideas.

Hasta hace unos meses me interesaban más las ideas que sus autores.
Me era más útil escuchar la anécdota que perder el tiempo viviéndola.
Me atraín más los cuadros, los libros y los filmes
que las experiencias que los inspiraron.
En suma, me importaba más conocer que vivir.

Y conocí mucho dejando mi vida a tres puntos.

Lo triste, o lo cursi, del caso, es que nada es más memorable
que lo que haces con tus manos.
Pero aún más triste, ¿o más cursi?, es que ninguna de las cosas
que puedas conocer te va a mostrar del todo el camino que debes seguir.
Son sólo espasmos de realidades prestadas.

Mi método creativo central ha sido la obsesión.
Pero ninguna situación, trabajo, objeto o persona
ha sido lo suficientemente constante como para poder dedicarle mi vida.
Ninguna excepto los juegos.

Me tomé un descanso más o menos largo de ellos,
donde tuve que reenfocar mi obsesión.
Y ahora que ésta última me ha abandonado,
vuelvo más débil, más tonto y más vulnerable a ellos.

En ese espacio no aprendí a amar al mundo,
sólo a tolerarlo.
En ese momento no desarrollé la capacidad de necesitar a otros,
sólo a convivir en paz con ellos.

Y ahora que volví a los juegos,
ya no me siento solo, ya no me hallo triste,
ya no me veo fracasado o ya no sigo deprimido.
Y me preocupa.
No quiero volver a encerrame sólo en ideas.
No quiero limitarme a escuchar sólo los ecos de la existencia de otros.

Ya veremos...

Monday, October 25, 2010

En la niebla de la caverna

Soy un cavernícola. No tuve la suerte de montar dinosaurios. Ni de cazar el alimento con mis manos. Pero soy un cavernícola porque el grueso de mi vida ha transcurrido dentro de una caverna.

No es de piedra ni de musgo el agujero que tengo en el mundo. Es de concreto, silicón, y electricidad. He vivido obseionado con los juegos y la tecnología. Y esta irrealidad palpable en el plástico y la pantalla me ha marcado con una neblina.

Ustedes ven y sienten a la gente. Yo sólo percibo sombras. Las voces apenas y son ecos. Me siento tan lejos incluso de los que quiero. Y en este frío distante en el que ni siquiera me calientan los abrazos, ¿qué amor puedo sentir?

Y sin embargo lo siento. La niebla no desaparece del todo, pero ahora noto su borde plateado y unos destellos que le faltan el respeto atravesándola. Y a veces te veo, y a veces te huelo. Y no sé que hacer. Todo esto me parece nuevo. Aunque ya me lo diste y la niebla no me dejó verlo.

Diana. Mi amor. Mi mujer. Mi amiga. Mi compañera. Mi fiel y necesario apoyo. Mi todo. Rompiste la oscuridad en mí, y a ratos me enloquece la cascada luminosa de todo lo que vuelvo a sentir por ti. Me embarga, me obsesiona, me alegra... pero también te asfixia. Te entiendo porque yo sentí lo mismo.

Al principio tu amor fue tan fuerte, que temí que te perdieses en él. Luego llegó tu ausencia y ahora fui yo quién se perdió al no tenerte. Fue muy duro verte dormir a media conversación, a medio beso, a medio chiste, a medio cuento. Y fue más duro lo que tuve que hacer para suplir la falta que me hacías. Luego volvió la niebla que ahora supiste desaparecer.

Diana, no estoy bien. Me siento muy frágil. A cada hora creo que el llanto me va a romper los dientes, y que no voy a alcanzar a esconderme en el baño. Estos dos años de maestros brasileños caídos, de profesiones con aspiraciones subteráneas, de colaboraciones que nunca despegan, de robos, de grandes amores de los que no soy parte, de familiares idos, de amigos que no responden... por mencionarte algo de lo mucho que me y nos pasó. Estos últimos dos años me mataron el odio, el rencor, el coraje, el resentimiento. Tal vez incluso la felicidad. Y ahora sólo quedan las lágrimas con las que ahogo tu tranquilidad cada noche.

Amiga, no estoy bien. Y la depresión que acompaña mi cumpleaños, junto con todo lo demás que ha pasado me está destrozando. Mi cumpleaños pasado fue una mierda. Principalmente por como te traté a ti y a a tus amigos. Sobre todo a Antonieta.

Si me entiendes... si después de recordar esto aún me tienes algo de cariño... te ruego que trates mi cumpleaños como un día más. Ni regalos, ni cantos, ni tortas... que sea sólo un día más. Pero no te olvides de abrazarme todo lo que puedas.

Ahora discúlpame... que el llanto me volvió a partir los dientes.

Te amo, Gracias por leerme y entenderme.
A una amiga que sonríe en la tempestad

Tus lágrimas caen sobre tu voz en pena.
Lloras por un tiempo cruel que ya fue.
Levantas el vuelo entre amigos y estrellas.
Y sonríes, siempre sonríes.

Un beso y feliz cumpleaños!